domingo, agosto 20, 2006

Distancia


El Margen XXV. Distancia. SR
Le sugiero tomar asiento, es decir, un poco de distancia. Una vez hecho esto cruce usted pierna sobre pierna, recargue el codo sobre cualquiera de los muslos y, con los nudillos puestos sobre el mentón, haga sostener todo el peso de su gran cabeza. Bien, ahora deje correr por entre los bordes de la lengua dos o tres gotas de saliva para aguzar (o lubricar) el sentido del olfato. Alinee luego al capitán oído y ceda usted el mando a la niña de sus ojos. ¡Ah¡ y por favor, sin llantos, estamos por escenificar el triste final de una triste historia.

Observe, ahora están ahí, frente a frente. Se trata de dos fuerzas que procuran, cada una para sí, el control sobre las aristas del poder de un país llamado México. Una de las fuerzas, la ubicada en la porción derecha del escenario y ataviada de azul es, por mucho, la más vieja entre ambas y tiene, por así decirlo, cierto derecho de sangre respecto a la posesión del mando central ya que sus antecedentes en el ejercicio del poder pueden remontarse hasta la fundación misma del México Colonial. Devota de dios, ha creído encontrar en la categoría abstracta del dinero al portador de la palabra divina y, por ello, al vehículo de la felicidad, conducto del amor entre los hombres y rasero de la verdad universal. Ha llegado a creer, rozando incluso los límites del fanatismo, en la liberalización del intercambio y la movilidad “perfecta” de los factores (capital y trabajo) como los únicos instrumentos capaces de alcanzar la equidad en el nivel de ingresos de la población. Sin embargo, después de casi treinta años de prueba más prueba y error tras error, ésta la fuerza azul ha fracasado ya. Ni la inversión ha fluido de norte a sur como resultado del supuesto diferencial en las tasas de ganancia, ni el desplazamiento de fuerza de trabajo ha cristalizado en la homologación del poder adquisitivo del salario, ni las así llamadas “ventajas de la especialización” se han traducido en la esperada expansión comercial de las regiones menos favorecidas. No, el sur ha llegado a ser más sur, el norte más norte, los pobres más pobres, los ricos más ricos y así (Rivera, S., 1994). Ante el fracaso hay, no obstante, una última carta que los cruzados del mercado pueden y quisieran jugar, todo, con el fin de llevar hasta los pobres-descreídos las bondadosas luces del mercado-global. Es la carta de la continuación de sus propósitos civilizatorios por “otros medios”: la carta de la imposición de su proyecto por la vía de la violencia más extrema. Para ello precisan del poder.

Del otro lado, aunque no necesariamente en la porción izquierda del tablado sino, más bien, inmersa en un espacio ambiguo de color amarillo y fuerte olor a naftalina, oficina de “fomento agrícola” o maletín de funcionario “contra la pobreza”. En ese sitio, decía, está la fuerza de los que han sido desplazados y cuya pretensión más importante consiste en restaurar las glorias de todo lo que alguna vez dicen que fue. Es decir, el lugar de lo que el viento se llevó. ¿Y qué fue lo el viento se llevó?. Bueno, varias cosas, pero sobre todo el intento de corregir las “imperfecciones” del mercado por cuenta de la esclavización-nacionalista del trabajo asalariado; la edificación de un aparato burocrático persecutorio, corrupto e ineficaz; la supresión de opiniones disonantes por el juicio unívoco del Partido de Estado; y más importante aún, la conformación de una casta que, por medio de la estatización de la actividad económica y el proteccionismo comercial, no hizo sino usufructuar el plus-valor del trabajo colectivo en beneficio propio. Así se opusieron a las desigualdades del mercado y, por supuesto, también fracasaron. Pero ahora vuelven, no con la intención de aliviar la miseria, ni menos otorgar el poder a los desposeídos –nunca jamás lo hicieron- sino con el firme propósito de re-encauzar los flujos de riquezas hacia sus propias arcas. Ellos, para eso requieren del poder.

Hay que decir, no obstante que a pesar de las diferencias, existe un denominador común entre ambas fuerzas. Tanto una como otra, parten de la certeza que las sociedades humanas se deben ajustar a estructuras piramidales más o menos jerarquizadas, y que las aristas o centros de poder deberán permanecer alineadas bajo su voz de mando.
La "revolución” amarilla está programada para dar inicio el día 1° de septiembre con el asalto al Palacio Legislativo. Con una salvedad, desde luego: si-y-solo-si el Tribunal Electoral acuerda otorgar el triunfo al candidato azul ¡Antes no! Así, la “República de la farsa” podría seguir operando siempre y cuando el mariscal amarillo llegue a fungir como su comandante en jefe. Pero, por lo visto, antes que amarilla, la tal República persitirá pintada de color azul, cosa que nos conduciría hacia un muy probable escenario de confrontación física entre las partes. Aunque debe decirse, en honor a la verdad, que el poder genuino de los amarillos ha descansado siempre sobre la práctica del pataleo y extorsión, por lo que no sería remoto que la "declaración de guerra" terminase, tan sólo, en un buen-arreglo de "última hora".

Pues bien, lo he dicho todo ya, en usted queda la decisión de participar o no en esta conflagración anunciada (y ridícula). Yo, por mi parte, le diré que es lo que pienso hacer. Saldré de aquí e ingresaré caminando al otro lado de las cosas. Sé por ejemplo, que ahí existen decenas, cientos de fábricas abandonadas; miles de viviendas sin ocupantes; espacios educativos sin utilizar; centros hospitalarios sin un solo paciente. Y allí, en ese otro lado de las cosas, yo no necesitaré ni de secretarios de salud, del trabajo, educación, vivienda -sean azules, sean amarillos, verdes o lilas- ni de presidente de la república alguno para echar a andar éstas las otras cosas. Pues bien, si es en nombre de la auto-organización, entonces ¡Eureka!: ¡Iré a tomarlas!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Completa y totalmente de acuerdo.
Toda esta situación es completamente absurda.