domingo, septiembre 27, 2009

Metro Balderas

Metro Balderas
Salvador Rivera
La tarde del viernes 18 de septiembre del 2009 baja un hombre hasta los andenes del metro Balderas, va solo, o bueno, acompañado por una maletita, así se dice. El hombre tiene 38 años de edad, un bigote ralo que hace recordar a Mario Aburto Martínez, fuerte, con algo más de 85 kilos a su favor. Como si nada, saca el hombre de entre sus pertenencias un bote de pintura o un marcador, aditamento con el que intentará inscribir ciertas leyendas sobre los muros de la estación. El sistema de seguridad del metro entra en alerta roja, un dispositivo por muchos años engrasado trata, ahora, de impedir, a toda costa, la acción ilícita de un infractor. El hombre vuelve a sacar de entre sus ropas algo, pero esta vez envuelto en un trapo, en una bolsa quizás, es un revólver calibre .38 espacial. Se enfrenta. Mata a un oficial de policía, más un civil y lesiona a otras ocho personas. Después de unos minutos de intercambio de fuego, el hombre es desarmado y detenido por elementos de la Policía Judicial del Distrito Federal.

Hacía tres días de su llegada a la Ciudad de México, venía desde por allá, desde un rancho llamado ‘La Tapona’ en el municipio ‘Unión de San Antonio’. Un lugar de muchas vacas, moscas, hartos vaqueros y, como es el caso, encendidas pasiones religiosas: la región de los Altos de Jalisco, uno de los viejos enclaves lecheros del consorcio multinacional Nestlé, así como el bastión de la iglesia católica mexicana durante la Guerra Cristera. Bueno, pues desde ahí venía el fulano, quien dedicaba la mayor parte del tiempo a cuidar de sus vacas, leer la Biblia y atender, de paso, sus propias superficies de cultivo. Había estudiado veterinaria y recibido por nombre: Luis Felipe Hernández Castillo.

Pero ¿Qué escribía o pretendía escribir Luis Felipe Hernández sobre las paredes del metro?. Es decir, ¿Con qué propósito habría hecho el largo viaje desde ‘La Tapona’ hasta los andenes del metro Balderas? ¿Qué verdades o hallazgos querría comunicarnos?. De acuerdo con declaraciones hechas la misma noche del 18 de septiembre por el procurador de justicia del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera: “…el detenido se encontraba realizando pintas al interior de los andenes de la línea 3, con la leyenda: ‘Este gobierno de Criminales’” (1). Sin embargo, tan sólo un día después, la tarde del sábado 19 de septiembre, el propio Mancera declara nuevamente ante la prensa, aunque esta vez en un sentido algo diferente: “Entre lo que dijo el asesino se destaca el alegato de que es un ‘mensajero’ que debe difundir mensajes religiosos y ambientalistas a toda la población… ”(2). Pero todavía más, el lunes 21 de septiembre, Francisco Bojórquez, director del Transporte Colectivo Metro, se refiere al contenido de las pintas de la siguiente forma: “…estaba pintando, eh, decía que: ‘el gobierno…nos conduce…nos conlleva al hambre y al calentamiento global’. Y ahí es donde se quedó”(3) . Es decir, que en el transcurso de sólo tres días, la versión oficial acerca del contenido del ‘mensaje’ pasa desde el inflamable:‘Gobierno de Criminales’, hasta un reclamo más bien santurrón, parecido al de: ‘Salvemos a las Ballenas’.

Aceptemos, aunque sin conceder, que el móvil principal de Luis Felipe Hernández haya sido, efectivamente, el de dar a conocer su preocupación por la ineptitud de nuestros gobernantes frente al fenómeno del ‘calentamiento global’. Esto, en realidad, no cambia sustancialmente las cosas, toda vez que el asunto medular del incidente no descansa en el contenido de la pinta, sino que, mucho más allá, queda referido a un acto de imperdonable desafío contra el vasto, omnipresente dispositivo de control policíaco impuesto por Estado Mexicano y, más particularmente, por el Gobierno de la Ciudad de México sobre el conjunto de la población capitalina. Veamos.

Uno de los ejes estratégicos en los programas de gobierno, tanto federal como local, ha quedado referido al rubro de Seguridad. En esta línea, el Gobierno de la Ciudad de México se ha empeñado en un pretencioso intento por modernizar los sistemas de control y vigilancia de la capital del país. Así, con una inversión equivalente a los 23 mil millones de pesos en el rubro de seguridad y procuración de justicia para el año 2009 (10 mil 568.8 millones de pesos en seguridad y los 12 mil 431.2 millones restantes para la procuración de justicia), el gobierno capitalino habría superado, en más de ocho veces, el gasto correspondiente para el año 2005, todo lo cual supone que, mientras en la ciudad capital el desembolso per cápita por concepto de seguridad alcanza, hacia el año 2009, un cifra de 1,948 pesos, en el resto de la república esta cifra sólo llega a los 308 pesos, es decir, un gasto por habitante más de seis veces superior respecto al monto correspondiente al agregado nacional(4). En consecuencia, los sistemas de seguridad han experimentado una expansión inusitada. A manera de ejemplo baste señalar que durante los primeros meses del año 2009, se inicia un amplio programa de vigilancia digitalizada, cuyo objetivo persigue colocar un total de 10,050 cámaras de video a lo largo y ancho de la Ciudad de México: Tres mil trescientas cámaras estarían dispuestas en escuelas públicas; 300 en centros recreativos; 4,200 en ‘sitios con alta incidencia delictiva’; y 250 en las instalaciones de Protección Civil, del metro, embajadas, consulados e instituciones federales(5) . De igual manera, cuantiosos recursos han sido destinado hacia la profesionalización del cuerpo policíaco (200 millones de pesos para el año 2009); la adquisición de patrullas y armamento (400 millones de pesos); y para la geo-referenciación de actos delictivos (vigilancia satelital) la cantidad se establece en 35 millones de pesos. Existe otro rubro muy poco publicitado pero de igual importancia en el diseño de control y vigilancia de la Ciudad de México, es el que se refiere a la ‘policía civil’, o dicho en otros términos, a la corporación encubierta de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federa. El 12 de agosto del año 2008, Manuel Mondragón y Kalb, secretario de dicho ministerio, declara ante los medios que los ‘agentes vestidos de civil’, sin armas y sin ningún tipo de distintivos de la SSP-DF, se apostarán en los lugares en los que haya mayores denuncias sobre robos, asalto a transeúntes, venta y distribución de droga, secuestro, entre otros. Por lo que ese mismo día anuncia el Secretario la puesta en operaciones de una primera sección de ‘Policía Civil’ conformada por 400 elementos de la SSP-DF (6) .

La Ciudad de México se ha convertido, pues, durante los años de administración perredista (aunque desde luego, bien podrían haber sido priístas, panistas, verdes, etc.), en un espacio rigurosamente vigilado (y controlado) como consecuencia de una muy rápida expansión de los dispositivos de control policíacos. Con esto dicho, retornemos ahora hasta los andenes del metro Balderas. Luis Felipe Hernández pinta algo sobre los muros de la estación, puede ser cualquier cosa: ‘Gobierno de Criminales’, por ejemplo, o en su defecto: ‘el gobierno…nos conduce…nos conlleva al hambre y al calentamiento global’. Se aproxima hasta él un policía bancario, se trata de Víctor Manuel Miranda Martínez, quien indica a Luis Felipe Hernández el carácter ilícito de sus actos. Se hacen de palabras, forcejean, Hernández saca la pistola envuelta en algo parecido a un trapo. “¡Tranquilo, qué te pasa!” grita el policía. Luis Felipe Hernández dispara a quema ropa. El policía bancario se desploma sin vida. Un policía más se abalanza sobre Hernández, forcejean también, el policía resbala, Hernández lo encañona, sin embargo, en esta ocasión, el policía logra darse a la fuga aunque con herida de bala. Segundos después, desde uno de los vagones, sale corriendo un hombre vestido de ‘civil’, lleva pantalón oscuro, camisa blanca con mangas hasta el codo, se precipita sobre Hernández con los brazos extendidos hacia el frente y con la intención evidente de desarmarlo, no lo logra, cae, vuelve a intentarlo, falla de nuevo, trata de tomarlo por las piernas, recibe varios impactos de bala, persiste en el intento, Hernández dispara contra él nuevamente, pero esta vez, recargando el cañón de su pistola sobre la cabeza de la víctima, el hombre vestido de ‘civil’, Esteban Cervantes, recibe el tiro, se desvanece, muere. Lo que sucede después corresponde con un operativo de cercamiento, frente al cual Hernández resiste hasta el momento de quedar agotados todos los cartuchos de su arma de fuego(7).

Ante estos hechos surgen, al menos, dos relatos contrapuestas. El primero, tiene que ver con la versión del homicida ‘desquiciado’. De acuerdo con esta interpretación, Hernández es, desde luego, un hombre carente de toda razón y en consecuencia, sus actos, un conjunto de piezas inconexas. Es un hombre sin plan, un hombre sin memoria o, cuando mucho, con un tiempo de retención no más allá de10 minutos. Va a la estación Balderas, seguramente guiado por el mandato de una voz que le habla persistente al oídos, ocupa sus ideas, las gobierna. Pero esta voz, cuyo punto de emisión está fuera del mundo, igual podría haber ubicado la ‘misión’ en el zoológico de Chapultepec, por ejemplo, en la Basílica de Guadalupe, o el piso más alto de cualquier rascacielos de la ciudad. Da lo mismo. Hernández pinta algo, cualquier cosa: sobre ballenas amenazadas por el calentamiento global o en alusión a nuestros gobernantes criminales, una y otra consigna tiene exactamente el mismo peso. Esta voz no se distingue por ser especialmente rigurosa sobre el contenido de los mensajes, en realidad, es un asunto que poco le interesa. Es la voz que controla la conducta de un loco. Hernández mata a un policía, a un civil, como también podría haber disparado contra sí mismo. No obstante y sea como cómo haya sido, Hernández opta por la estación Balderas y ahí, enfrentar a la sociedad en su conjunto. Al policía, por ejemplo, quien, después de todo, no es más que el depositario de la potestad soberana con miras a velar por el bienestar de todos nosotros. Pero también contra el civil, contra el personaje de la calle, el transeúnte desinteresado que, dado el caso, podrá responder (heroicamente) ante cualquier acto que amenace lesionar la estabilidad del núcleo social del cual forma parte. Contra el ama de casa, quien ve violentamente interrumpida su rutina de vida. Contra los niños y los jóvenes que adivinan en los actos de Hernández, algo así como El Final de la Historia, es decir, el colapso de the World of Fantasy. Contra todos, Hernández, el loco, saca su revólver y dispara: contra mujeres y hombres; pobres y ricos; indios y blancos; narcos y patriotas; altos y chaparros. Así las cosas, el relato del loco parecería calzar a pie juntillas. Es más, en Estado Unidos, Europa y Japón dichos eventos se han llegado a convertir en un asunto tan trivial como las riñas de cantina. Sin embargo, no todo embona tan exactamente en su sitio, la versión tiene su punto flaco, ¡joder!. Según el sistema de justicia mexicano, Luis Felipe Hernández no es un loco. Hernández es un delincuente y, como tal, un hombre dotado de personalidad jurídica, esto es, un ciudadano con capacidad mental suficiente para responder ante la norma legal. Curioso, mientras los medios de comunicación persisten en machacar sobre la versión del loco, la ley decide condenarlo a prisión, justo por considerar que Hernández… es un hombre cabal.

El reconocimiento explícito del procurador capitalino respecto a la capacidad mental de Hernández para enfrentar un proceso penal, nos coloca entonces ante una segunda disyuntiva, esto es, ante la posibilidad de que Hernández, más que un loco, pertenezca a la categoría de los outsiders. Aquí, Hernández ha salido por entero del entorno social, para colocarse ahora en una nueva posición de exterioridad, a partir de la cual logra mantener una visión panorámica de la circunstancias y hacer una valoración precisa acerca de las implicaciones que supone escribir sobre las paredes del metro:¡Gobierno de Criminales!. Si Hernández lo escribe, a pesar de todos los riesgos, es porque se encuentra absolutamente convencido acerca del carácter criminal de nuestros gobernantes, y si esto es así, es decir, si nuestros gobernantes efectivamente pertenecen al subgrupo de los criminales, entonces la reacción que Hernández deberá provocar, tendrá que estar acorde con la formulación de su propio diagnóstico. Imbuido en esta lógica, Hernández se dirige al metro (y no a otro lugar) porque sabe que es uno de los puntos más concurrido y vigilados del área metropolitana. Además, lo hace armado. Ni un ápice de credulidad, Hernández decide inscribir su leyenda justo al interior del Hocico del Lobo (en la gueule du loup, o mejor dicho, Il s'est jeté dans la gueule du loup). Su acto no es entonces, sino la invocación de todos los demonios ocultos, mismos a los que Hernández ha resulto enfrentar. Un primer policía lo intercepta, le exige que abandone su intención de pintar sobre el muro, discuten, forcejean, Luis Felipe Hernández dispara a quema ropa sobre Manuel Miranda, miembro activo de la Policía Bancaria e Industrial del Distrito Federal. Miranda muere instantáneamente. Un segundo policía se abalanza sobre él, luchan, el agente resbala, Hernández lo encañona, el policía consigue incorporarse y, acto seguido, correr por su vida. Poco tiempo después, Esteban Cervantes sale de uno de los vagones, trata de desarmar al agresor. Esteban viste de civil, es un civil, así se ha dicho en todas partes, la prensa mexicana en su conjunto, al igual que destacados intelectuales de ‘oposición’(8) , extienden de inmediato el corridillo acerca del ‘héroe-humilde-vestido-de-civil’, un relato redondo que trata sobre el ‘herrero-heroico’. Sin embargo, en su primera comparecencia ante los medios, siempre con el propósito de brindar la versión oficial sobre los hechos, Miguel Ángel Mancera, quien narra los acontecimientos conforme avanza el video tomado por las cámaras del metro, dice lo siguiente con relación al ‘civil’ Esteban Cervantes: “Este compañero civil (el señalizador electrónico operado por Mancera ilumina el cuerpo sin vida de Cervantes Barrera) también trabaja en la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, que fue el que lo enfrentó. No es oficial de policía pero ahí…ahí presta sus servicios…”(9). Cuentan testigos presenciales que mientras Cervantes se arrojaba sobre la humanidad de Luis Felipe Hernández, éste le indicaba, una y otra vez: “No, con ustedes no es la bronca, la bronca es contra el gobierno”. A pesar de las numerosas advertencias, Cervantes, no sabemos si en su calidad de ‘civil-herrero-heroico’, o en su condición de empleado de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federa, vuelve a la carga hasta el momento mismo del fatal desenlace.

Mientras ambos se ocupaban en la mortal contienda, hasta ellos se aproxima otro hombre ‘vestido de civil’. Al igual que Cervantes usa pantalón oscuro y camisa blanca. Delfino Aguilar Martínez es su nombre. Llega hasta ellos, intenta neutralizar a Hernández pero no lo consigue, a cambio, recibe un impacto de bala en mitad del pecho que, para su fortuna, sigue una trayectoria en sedal para salir a la altura de la axila derecha. Flexiona las piernas hasta casi tocar con las rodillas el suelo, retoma la vertical, gira y se aleja tambaleante del agresor hasta salir de escena. Delfino narra de la siguiente forma lo sucedido: “Cuando yo veo al señor forcejeando con ese tipo del arma, lo que hago es…caminar por la raya de seguridad del metro, irme acercando poco a poco, lentamente, ¿no?, pa’l momento que yo lo tuviera lo más cerca que se pudiera, eh, dar el brinco y tratar de agarrarle la mano y quitarle la pistola, no sé...”(10). Delfino es una persona humilde, de actitud resuelta, y quizás, sólo quizás, empujado a la acción por la única fuerza de la solidaridad entre seres humanos. Sin embargo, según consta en el reportaje hecho por Mario Torres para Noticieros Televisa, Aguilar ha resultado ser, también, ‘trabajador administrativo’ de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal: “…Este empleado de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federa –asegura Torres- dijo que le molestó que el agresor hubiera disparado en contra de las personas…”(11).

De acuerdo con esta segunda versión, Luis Felipe Hernández ha dejado de ser solo un outsider, para convertirse en alguien con la capacidad de anticipa (correctamente) las consecuencias que desencadenarán sus propios actos y -a pesar de todo- tomar la decisión (suicida) de ‘ponerle el cascabel al gato’. Pero todavía más. La acción de Hernández revela, voluntaria o involuntariamente, las fuerzas a las que deberá enfrentarse un ciudadano, si en sus planes está transitar por el Hocico del Lobo, es decir, inscribir sobre los muros de cualquier lugar muy concurrido –y obligatoriamente vigilado- algo así como: ¡Gobierno de Criminales!.

Ya para finalizar, sólo quisiera hacer pasar al frente a uno de mis más caros y distinguidos amigos, se trata de Walter, judío él, quizás por eso me merezca todavía más admiración y respeto. Su apellido es Benjamin, Walter Benjamin su nombre completo. Pues bien, Benjamin se refiere así al significado de la violencia cuando ésta ha sido tomada en manos de quien prescinde del Derecho, es decir, por quien se ha saltado hacia el otro lado de las cosas y colocado, con ello, al margen de la norma legal:

“…Será necesario…tomar en consideración la sorprendente posibilidad de que el interés del derecho por monopolizar la violencia respecto a la persona aislada no tenga como explicación la intención de salvaguardar fines jurídicos, sino más bien la de salvaguardar al derecho mismo .Y que la violencia, cuando no se halla en posesión del derecho a la sazón existente, represente para éste una amenaza, no a causa de los fines que la violencia persigue, sino por su simple existencia fuera del derecho. La misma suposición puede ser sugerida, en forma más concreta, por el recuerdo de las numerosas ocasiones en que la figura del ʺgranʺ delincuente, por bajos que hayan podido ser sus fines, ha conquistado la secreta admiración popular…”(12)

He tratado de hacer aquí varias descripciones de un mismo hecho, con el único propósito de dejar a usted, distinguido lector,formular la (o las) conclusión(es) definitiva(s). Después de todo, casos como éste, en que la aplicación de toda la fuerza del Estado hace de su propio relato la verdad general, siempre vuelven a escena con un nutrido cargamento de nuevos personaje, peripecias… e insospechados desenlaces.





REFERENCIAS PERIODISTICAS Y BIBLIOGRAFICAS
(1)Milenio.com, ‘Desquiciado’, provoca balacera en Balderas tras hacer pintas: PGJDF, documento en línea, http://milenio.com/node/287955?page=1
(2)sdpnoticias.com, Asesino de metro Balderas es de Lagos de Moreno, Jalisco, asiduo lector de la Biblia, documento en línea: http://sdpnoticias.com/sdp/contenido/2009/09/19/494143)
(3)Milenio Televisión, Programa ‘En 15’, Carlos Puig, video en línea:
http://www.milenio.com/portal/
(4)PGJDF, “Destina el GDF más de 23 mil millones de pesos a Seguridad Pública y Procuración de Justicia para 2009”, documento en línea: http://www.terra.com.mx/articulo.aspx?articuloId=762340
(5)WEB Report GDF, 28 de febrero de 2009, “El Distrito Federal Tendrá más de 10,000 cámaras de vigilancia en el 2011”, documento en línea: http://www.portalautomotriz.com/content/2/module/news/op/displaystory/story_id/6782/format/html/
(6)La Crónica, “La ‘Policía de Civil’ de la SSP iniciará con 400 elementos”, documento en línea: http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=378221
(7)Noticieros Televisa, “Policía que detuvo al atacante del Metro Balderas”, documento en línea: http://www2.esmas.com/noticierostelevisa/investigaciones-especiales/098903/el-policia-detuvo-al-atacante-del-metro-balderas
(8)Carlos Monsivais, “Los Héroes en México”, Noticieros Televisa, video en línea: http://www.tvolucion.com/noticieros/en-la-opinion-de/carlos-monsivais/043621/en-opinion-carlos-monsivais
(9)Milenio.com, “Imágenes de la balacera en Balderas”, video en línea: http://www.milenio.com/portal/tv_news.php
(10) Noticieros con Joaquín López-Dóriga, “Herido en el Metro Balderas, narra su experiencia”, video en línea: http://www.tvolucion.com/noticieros/noticias-y-reportajes/043718/herido-metro-balderas-narra-experiencia
(11)Noticieros con Joaquí López-Dóriga (Ibidem)
(12)Walter Benjamin, Para una Crítica de la Violencia, Ediciones Electrónicas de www.philosophia/ Escuela de Filosofía, Universidad de ARCIS.
EL MARGEN