martes, septiembre 12, 2006

La Consigna

El Margen XXXI

1.-La Consigna (Figuras Raoul Hausmann, Dada Sieg y Duchamp, Bicycle Wheel, 1913, Arte Dadá)
Gracias a la casualidad, pero ocupado desde hacía varios días en la reflexión sobre el contenido y naturaleza de las consignas, me topé, en el número 345 de la Revista Nexos correspondiente al mes de septiembre de éste año, con un artículo signado por Rafael Pérez Gay bajo el titulo “Exijamos lo Posible[1]. En dicho trabajo, entre otras cosas, se adjudica la autoría de la legendaria frase “Seamos realistas, exijamos lo imposible”, no a Ernesto Guevara (el Che), como todos habíamos aceptado siempre; no a Julio Cortázar, como sólo algunos “radicales” de la literatura habrían llegado a sostener, sino a los estudiantes del 68 parisino que, en una tarde de tantas, pintaran sobre cierto muro de Censier aquella la consignan “del Che”. Sea como sea, lo cierto es que el contenido de la frase hace más alusión (resuena más en ella) a los postulados de los programas futuristas, Dadás, Fluxus y Arte Povera que a las tesis foquistas de mi querido Ernesto. O quizás no, y sin embargo, lo que resulta innegable es que su hechura corresponde al pensamiento anti-capitalista más lúcido del pasado siglo XX.

Pérez Gay (Rafael), por su parte, dice algo más acerca de la frase, cito: “Lo firma Censier. A mí también me gustaba esa línea, me hechizaba su aliento rebelde, su aire libertario en busca de la plenitud. Debe ser la edad, pero en este momento no suscribiría ninguna de las frases que me enrojecieron en aquellos años”.

Sin embargo, Pérez Gay se equivoca. Y es que Censier no pudo haber suscrito ni ésta, ni ninguna otra consigna, toda vez que, para un barrio de París, resultaría imposible tomar la brocha y hacer el trazo. Censier: el barrio de París en cuyos muros los estudiantes insurrectos, una tarde de mayo, grafitearon la consigna “del Che”. “Sean realistas: exijan lo imposible”, todo, en año del 68. Así sí. Pero hay muchas otras: “¡Viva la Comuna!”, por ejemplo, que tampoco pudo haber sido firmada por el Barrio Latino, o “No me liberen, yo basto para eso”, escrita en las bardas de Nanterre. Y más.

(Hausman, ABCD, Arte Dadà)
En fin. Yo me quedo con el origen Dadá de la frase y esto por puro gusto. No me cuesta trabajo imaginar, por ejemplo, que, en medio de aquellas “veladas” celebradas en Zurich durante los años veinte alguien como Alfred Jarry, Apolliner, Marcel Duchamp o Man Ray hubiese contrarrestado algún argumento gradualista con su “Sean realistas: Pidan lo imposible”, tal y como corresponde a la traducción (y a la tradición) francesa. Pero lo importante aquí es que, ya sea en su variante “Seamos realistas, exijamos lo imposible” o, “sean realistas: pidan lo imposible”; haya sido dicha por Ernesto Guevara, grafiteada por los estudiantes de París o proferida por algún dadá, futurista o fluxus, lo “imposible”, en todos los casos, hace referencia a algo así como la necesidad de abolir las relaciones de explotación capitalista e instaurar una nueva sociedad sin división de clases. Mientras que lo “posible” para Pérez Gay no es más que la señal que anuncia la “neo-cargada” exmarxista hacia las filas del calderonismo. Un asunto curioso, pues la única posibilidad de éxito con la que cuenta el proyecto de Felipe Calderón para civilizar las tierras del sur, no es otro que la guerra de exterminio. Quizás su apresurada huída del marxismo lo haya hecho olvidar que la expansión del capital, en su expresión más pura, quiere decir Auschwitz. O quizás, también, sea éste el lugar en el que Pérez Gay habrán de encontrar, por fin, la verdadera morada de la ley, su verdadera norma democrática.
[1] http://www.nexos.com.mx/articulos.php?id_article=720&id_rubrique=237.php?id_article=720&id_rubrique=237

2.-Roger Bartra y el gobierno de coalición
La Tecla Indómita. (Figura. Duchamp, L.H.O.O.Q, Arte Dadá)
Alejado de la política y de la teoría política por algunos lustros, regresa ahora Roger Bartra a ellas con su misma perseverante búsqueda de una socialdemocracia moderna, no nacionalista (¿?), adecuada a los tiempos que van corriendo, algo que dejó trunco hacia principios de los ochenta, cuando el viejo Partido Comunista Mexicano empezó a metamorfosearse en una variante nacionalista del socialismo pequeñoburgués (PSUM-PMS).

Después de su crítica demoledora de los mitos político culturales del nacionalismo revolucionario (La jaula de la melancolía y Anatomía del mexicano), Bartra tuvo que guarecerse esporádicamente bajo la cobija de Letras Libres (Enrique Krauze y Christopher Domínguez) y acentuar su crítica democrática frente a la dictadura castrista en Cuba.

Está de vuelta en primera línea después del 2 julio en la palestra de la lucha ideológica, sólo que ahora, perseverante en su utopía como lo ha sido, busca encontrar el proyecto socialdemócrata en la derecha liberal que puede y debe encabezar Felipe Calderón si pretende garantizar el tránsito a un capitalismo moderno y postmoderno, según dice. Y es tan audaz en esto Roger Bartra que él mismo se pregunta: “¿Será posible o es una de esas utopías con las que a veces escapamos de la realidad cruel?” (Letras Libres, septiembre de 2006, Fango sobre la democracia).

Regresó Roger Bartra, después de su prolongado receso en el que se hizo experto en todo tipo de juegos y en neurofisiología, con los abajofirmantes, promoviendo el desplegado aquel de Reforma del 3 de agosto que firmó con José Woldenberg, Jorge G. Castañeda, Jorge Alcocer, Enrique Krauze, Leo Zuckemann, Guillermo Soberón , Joel Ortega Juárez y varias decenas de intelectuales y científicos variopintos. Una alianza peculiar entre ex comunistas libertarios, burócratas de pedigreé y aristócratas culteranos. Los altos mandos. Todo bajo el título de La coexistencia de la pluralidad política reclama la defensa de las instituciones de nuestra democracia.

En su colaboración para Letras Libres, Bartra va aún más lejos y afirma sin empacho al inicio de su ensayo que las pasadas han sido “las elecciones presidenciales más transparentes y auténticas que ha habido en México” (¡sic!). Sólo quien ha vivido enclaustrado y cercano al poder a un mismo tiempo puede olvidar que la represión en Sicartsa Michoacán, Atenco y Oaxaca constituyó la preparación del día de las urnas. Sólo alguien que teme venir al margen por falta de “tino político”.

Es innegable que buena parte de la crítica que hace Bartra del lópezobradorismo (al que insiste en llamar izquierda) ha sido tomada de nuestros argumentos o en mucho coincide con ellos desde otra perspectiva. Con todo, nos parece que se queda en la superficie. Al insistir en el análisis del fenómeno en el plano de las decisiones políticas de una cúpula, elude el estudio del caudillismo como expresión de todas las desigualdades sociales que implica la globalización “democrática”. Así, en su análisis aparece el caudillismo como el resultado de una obcecación mesiánica de grupos de mala fe. Pero el análisis de clase parece estar fuera del alance de Roger Bartra, una vez que hacia mediados del 1994 declaró la muerte del marxismo “por su incapacidad de traducirse en cultura” (Guilermo Zamora, La caída de la hoz y el martillo, Edamex).

Podríamos decir que Bartra es el más lúcido de los ex comunistas libertarios que ahora intentan entablar una alianza política con el calderonismo y empujarlo hacia un gobierno de Coalición. Sostiene esta corriente –que incluye al cardenismo tras bambalinas-- que es el momento de las reformas. Algunos –como Joel Ortega Juárez desde el periódico Milenio-- opinan que se puede aspirar incluso al referéndum y al plebiscito, a la segunda vuelta, pero eso parece sonarle a Bartra a puro maximalismo, pues sólo se conforma con que se reduzca el tiempo de las campañas y el presupuesto electoral de los partidos políticos, como si eso pudiera decretarse y no tuviera que ver con las correlaciones de fuerza. Por astucias de la historia, nuestros libertarios de los 80 han terminado por ser parte del poder y son de alguna forma sus flamantes intelectuales. A menos que, tal como hizo Fox hace seis años, el calderonismo decida también sacrificarlos…

Figura: Man Ray, Violìn-Ingres, 1920, Arte Dadà


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