miércoles, abril 20, 2011

Evangelio y Excepción


Evangelio y Excepción.

Salvador Rivera.
En esta semana santa me gusta hacer lo que siempre hago: buscar de entre las películas del cajón, hasta el fondo, aquella en blanco y negro de Pier Paolo Pasolini: “El Evangelio Según San Mateo”, 1964; todo con el fin de repetir la escena aquella en que Cristo logra entrar al Templo y enfrenta, verbalmente, a los jerarcas del saber judío. Se trata de una escena muy bien lograda, por Pasolini, pero también, desde luego, por Mateo, que es capaz de recoger el punto en que la revuelta cristiana no puede ser ya asimilable, punto de inflexión el cual consiste, desde mi punto de vista, en la exhibición de una manera de reflexionar, de formular ideas que demuestra ser mucho más eficaz (para explicar las cosas del cielo y la tierra) que el canon de Verdades hecho por y para el poder. Sacrilegio!, por supuesto, pero veamos mejor directamente lo que nos dice Mateo y que Pier Paolo Pasolini tuvo a bien poner sobre pantalla:

“Cuando vino al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a él mientras enseñaba, y le dijeron:
-¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿y quién te dio esta autoridad?’
Respondiendo Jesús, les dijo:
-Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?
Ellos entonces discutían entre sí, diciendo:
Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
Y respondiendo a Jesús, dijeron:
No sabemos.
Y él también les dijo:
Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.

Y como éste, otros varios pasajes. Bueno, la cosa es que, creo, la no posibilidad de asimilación consiste en que la verdad del poderoso –gracias al decir del pelandrujo- ha sido completa, total y absolutamente desfondada, y esto, por la simple y sencilla razón de que Todo el Mundo ha dejado de creer en ella (“Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta”).

En los sistemas democráticos –dice muy orondo el niño relamido de Santa Fe-Harvard-MIT-Anexas, estas ‘anomalías’ se incorporan mediante una variedad de mecanismos, la conversión o domesticación del decir original en piezas discursivas ad hoc, y por esta misma vía, la ampliación del menú democrático, de tal manera que la marginalidad anti-sistémica siempre deberá concurrir hacia la formación de nuevos y más elocuentes mercados de consumo y opinión.

Pensemos en el fenómeno hippie (jipi), por ejemplo, aquel que tan numerosos adeptos tuvo durante los años 60’s. En este caso, el cuestionamiento sobre el modo victoriano (patriarcal) de vida fue demoledor, pero también cuestionó el consumismo exacerbado, la relación hombre-naturaleza, la posición de la mujer en la sociedad, la verdad científica, el rol de la instituciones, la libre capacidad de decisión sobre el uso o no de sustancias o ventanas de percepción, y otras cosas más. Bueno, el asunto es que, al pasar de los años, la figura trasgresora del hippie logra ser asimilada casi en su totalidad: nos hicimos más ambientales (The Green Corner: Magister dixit), menos crédulos sobre las bondades del progreso, desmitificamos las figuras del padre y la madre, nos liberamos sexualmente, y hasta fumamos marihuana, solo que esto último siempre en el closet. El problema consiste aquí, en que la asimilación no logra o no puede ser total, el sistema no es capaz de convertir todos los rasgos de la ‘anomalía’ en productos mercantiles con visa de identidad, sino que los incorpora como excepción a la norma, fuera de la ley pero dentro del espacio de vida, la mariguana, por ejemplo, que si bien se produce, vende y consume, permanece, en México, fuera de la ley; pero tampoco es capaz de reconocer la libre movilidad de las personas entre países, aunque el hecho también le otorgue beneficios: ¿De dónde son las mercancías, del cielo o del hombre?, Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a la Mercancía por profeta.

El asunto consiste, pues, en si el sistema capitalista será capaz de otorgar carta de ciudadanía al consumo, producción y venta de drogas, o a la migración ilegal, en el marco de la libre circulación de personas y mercancías. O si, por el contrario, el único recurso que le resta consiste en 'exceptuar' el hecho, tal, como, al fina, hizo Caifas con el pensar de Cristo, un pensar socialmente asimilado, aunque formal o legalmente desterrado. Salida que tiene que ver, naturalmente, con el Estado de Excepción, y que trataré en próxima entrega.

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