martes, octubre 31, 2006

El Asunto Sogem

El Margen XXXVII


El Asunto Sogem
Salvador Rivera
Me voy a permitir dedicar este número XXXVII de El Margen al dramaturgo y abogado Víctor Hugo Rascón Banda y, en general, a mis queridos exprofesores de Sogem-escuelas. Uno, Víctor Hugo, defensor acérrimo de la figura pre-capitalista del “Derecho de Autor”, los otros (especialmente Gerardo de la Torre), apóstoles convencidos de los relatos con “sentido”, es decir, de aquella la vieja forma modernista de escribir.

El contenido del “mensaje” se reduce a una cita, a una sola cita. Cita de Fredric Jameson… Nada más.

“Érase una vez, en los albores del capitalismo y de la sociedad de clase media, una cosa llamada signo, que parecía mantener relaciones fluidas con sus referentes. Este auge inicial del signo… fue fruto de la disolución corrosiva de las viejas formas del lenguaje mágico, a causa de una fuerza que llamaré fuerza de reificación. Su lógica es la de una cruel separación y disyunción, la de la especialización y la racionalización, la de una división Tyloriana del trabajo en todos los campos. Por desgracia, esa fuerza –que había sido la misma creadora de la referencia tradicional- continuó sin tregua, y era la lógica del propio capitalismo. Así las cosas, este primer momento de descodificación o de realismo no puede durar mucho; mediante una inversión dialéctica se convierte a su vez en el objeto de la fuerza corrosiva de la reificación, que irrumpe en el ámbito del lenguaje para separar el signo de la referencia. Esta disyunción no abole del todo el referente, o el mundo objetivo o la realidad, que mantiene una débil existencia en el horizonte como si fuera una estrella consumida o enana roja. Pero su enorme distancia respecto al signo le permite a éste iniciar ahora un momento de autonomía , una existencia utópica relativamente autosuficiente frente a sus objetos anteriores. Esta autonomía de la cultura, esta semi-autonomía del lenguaje, es el momento del modernismo -el subrayado es my- y de un ámbito de los estético que reduplica el mundo sin pertenecer del todo a él…Pero la fuerza de la reificación, que fue responsable de este nuevo momento, tampoco se detiene ahí: en otra fase, aumentada y como si produjese una suerte de conversión de calidad en cantidad, la reificación penetra al signo mismo y desvincula el significante del significado. Ahora la referencia y la realidad desaparecen del todo, e incluso el significado –lo significado- se ponen en entre dicho. Nos quedamos con ese juego puro y aleatorio de significantes que llamamos posmodernidad, que ya no produce obras monumentales del tipo moderno sino que reorganiza sin cesar los fragmentos de textos preexistentes, los bloques de construcción de la antigua producción cultural y social, en un bricolaje nuevo y dignificado: meta-libros que canibalizan a otros libros, meta-textos que recopilan trozos de otros textos. Tal es la lógica de la posmodernidad en general…” Jameson, Fredric, Teoría de la Posmodernid@d , Trotta, 2001, pp., 124-125.

-“Pero…¿Te habrán entendido, mi querido Federico?”- le pregunté
-“Demasiados años en el nacional-desarrollismo, demasiados años de ayuno intelectual, demasiados años `creando´ para permanecer en nómina ” -me respondió.

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