sábado, septiembre 10, 2011

Krugman y la Unión Europea


Krugman y la Unión Europea

Salvador Rivera

Con la renuncia de Jürguen Stark a la jefatura del Banco Central Europeo, los duros capitalistas alemanes, los de adeveras rudos del Bundesbank y el Finanzkapital, los liberales del FPD y socialcristianos de la CSU, han asestado un bofetón sonoro a los otros capitalistas manirrotos que piensan que la autoridad monetaria europea debe seguir prestando a los países quebrados; y es que, vamos, en ninguna casa de apuestas con algo de reputación se aceptaría tal cosa, antes, los desfondados deben pagar para seguir jugando.


- ¿Pero cómo, si por definición el quebrado está impedido de comprar, perdón, de pagar? –pregunta una gordita rubia de aspecto bonachón.

- Vaya, pues bien se notan sus inclinaciones igualitarias –responde Henkel-, el quebrado no podrá pagar, efectivamente, mas sólo si se le concibe como jugador, es decir, como ciudadano de la Unión de acuerdo con el Tratado de Maastricht; pero si le considera(mos) empleado del negocio, ya no según la Norma Europea sino que, digamos, la China o la Muy efectiva del norte de México y, además, con su trabajo cubrimos el importe de la deuda, pues claro que el mequetrefe nunca podrá jugar, pero sí pagar; desafortunadamente no todos somos iguales, señorita Merker.


Pero digo mal, porque en realidad no es el azar, la ‘mala suerte’ lo que llevó a la ruina a los wannabe (want to be), no, los motivos fueron otros algo más complejos (¿más complejos que el azaaaaaaaaa, ja.ja? –cuestiona el ‘posmo’). Por allá los albores de los años 90 un señor Paul Krugman, el ilustre premio Nobel de Economía de la Princeton Univercity, en un librito que luego se hice bastante celebre: “Greography and Trade’, tuvo a bien evaluar las expectativas de la unificación europea a la luz de un modelo matemático bastante complicado, pero que bien podemos aquí, con algunas licencias, esquematizar de la siguiente forma: si dos o más países con niveles de desarrollo desigual compiten sin restricciones en el mercado, el o las economías de mayo desarrollo inicial terminarán por imponer sus voluntades, mientras el resto perderá lo poco que tenía, una suerte de desertificación de la periferia frente a la opulencia de los tradicionales nodos imperiales. De esta manera, Krugman pensó que el rendimiento de las inversiones sería mayor mientras mayor fuese el stock de trabajo muerto, de obra, de músculo, de labor, de sabiduría previamente acumulada en cada país, y no a la inversa, como pensamos muchos, que las mayores ganancias siempre esperan detrás de la última línea del mercado. Y digo ‘pensamos’ porque desde luego me incluyo. La así llamada ‘globalización’ fue un evento colosal de expansión capitalista, social y territorial, millones de pre-consumidores se volvieron ‘clase media’, tuvieron acceso a su casita propia hasta con adoratorio zen (♪♪‘cuén-ta-me cómo-pasó’♪♭), muchos al automóvil, cable, Internet, al cine en casa, a la salud y educación par-ti-cu-lar, al crédito. Boyantes clasemedieros catalanes, madrileños, sevillanos de nuevo cuño, sí, pero boyantes, atiborraban los pasillos del Louvre con sus respectivas butifarras bajo el sobaco… todavía en los dosmiles. Algo así como Las Vegas o Miami para el caso mexicano. El propio asenso meteórico del kitsch, de lo posmo, constituye evidencia de la multiplicación exponencial de nuevos mercados de producción y consumo mucho más allá del los criterios ‘centrales' (Fredric Jameson et al. Sin embargo, si esto efectivamente fue así, por qué entonces, al final de la historia, el centro económico de Europa se restablece en Alemania, además, con un poder inusitado. Y por qué, dicha restauración, se verifica mediante la pauperización de la periferia. Dos asuntos que trataremos en la siguiente entrega.

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