domingo, diciembre 24, 2006

Ier Encuentro Cultura y Arte Anti-Capitalista

El Margen XL


1er Encuentro Cultura y Arte Anti-Capitalista
La tradición anticapitalista, su cultura: viene de lejos. Se remonta hasta el lejano día en que la propiedad común se convirtió en posesión privada, la sociedad se dividió en clases y el trabajo humano llegó a ser fuente de riqueza para el disfrute de unos cuantos. La cultura Anticapitalista corresponde a la herencia de quienes lo han hecho todo y adolecen, a cambio, de lo más elemental.



L
a tradición de quienes han construido con sus manos y su inteligencia un mundo completo, articulado, autentico, humano y vivo; y que han debido resistir, a cambio, en uno, el otro mundo: incompleto, desarticulado, pastiche, inhumano y muerto…el mundo ajeno, el mundo que pertenece al otro: al dueño.




El legado anticapitalista ha sabido trasponer la barrera de la perse
cucn y el tiempo y conservar, además, la versión en código de una nueva sociedad. La calve de una obra en ausencia de dueños: la pauta para la edificación de lo común; Una clave de resistencia que se encuentra condensada en el gesto libertario de la multitud.



Y aquí, sobre las formas de
este gesto de la multitud, que es una de las claves más ilustrativas y bellas de la cultura anti-capitalista, me voy a permitir citar al poeta francés Charles Baudelaire, cuando, ante el paso de una bella mujer apuntó lo siguiente sobre una servilleta de papel:


“La calle, ensordeciéndome, rugía en torno mío.
Alta, esbelta, enlutada, dolor majestuoso,
pasó una mujer, con mano fastuosa
levantando y meciendo el borde de su falda.

Pasó, ágil y noble, con su pierna de estatua.
Yo bebía, crispado como un extravagante.
En su pupila: cielo que el huracán incuba,
la dulzura que hechiza y el deleite que mata…”
Charles Baudelaire, “A una que pasa”
(fragmento), en Las Flores del Mal, Época, 2000, p., 139.



Pero si la tradición anti-capitalista encarna en el gesto libertario de la multitud, su arte es arte del subsuelo: hecho de tierra, de aire, de agua, de fuego y sobre todo, de material humano, más aún: es el arte de la razón humana. Un arte a la distancia, desde el extrañamiento o la duda, o la vacilación del gesto, que es, además, escepticismo, expresión de sospecha sobre la validez de "las cosas ciertas".
Y es que se trata de un arte que ha aprendida a desconfiar de la verdad…de la verdad del amo, es decir, de la verdad-verdad, de la verdad sin duda, de la verdad que ha impuesto el Dinero en todo cuanto existe y no existe sobre la faz de la tierra.



Frente a esta fuerza avasallante, a contra pelo del capital y sus señores, frente a esta fuerza inmensa empezaremos a silbar. Empezaremos a silbar nuestros códigos culturales y lo haremos, desde luego, fuera de los circuitos del mercado, de las instituciones "públicas", los partidos políticos y todo otro poder que trate de utilizar en su favor la expresión libertaria de la multitud. Mañana, quizás en otro siglo, sean estos, nuestros primeros ruidos, parte del lenguaje
común, señales primigenias de una sociedad auto-organizada y libre.



Los aires traen un olor extraño, huele a tiempo nuevo, a tiempo nuestro. Tal y como si se aproximase un remolino en re: en re de revuelta: de revolución. En estos tiempos hay que sacar al campo nuestras artes, todas. Son artes que en tiempos de revuelta suelen Volar como Papalotes. Muchas gracias.

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